En la Plaza y en las veredas, cientos de banderas de distintos colores políticos, organizaciones sindicales y movimientos sociales esperaban a la comunidad educativa que iba llegando. Para las 15.30, hora pactada para que el despliegue hacia Plaza de Mayo, la zona estaba desbordada y las calles paralelas y las que desembocan en el edificio del Parlamento solo mostraban a cientos que se iban acercando.
«Existen un montón de motivos pero no podes cuestionar esta marcha», reclamaba una muje a su amiga mientras se aproximaban a la puerta del vallado Cine Gaumont. Personal policial cubría el frente del edificio y se extendía por toda esa cuadra, un día después de que el Gobierno anuncie el desmantelamiento del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), en otra provocación a la cultura. Incluso, algunos artistas se sumaron a la convocatoria por la educación y caminaron las calles junto a tantos otros.
Sin duda, los estudiantes fueron los protagonistas de la extensa jornada. De las más variadas carreras, de distintas facultades e incluso, de instituciones privadas, se sumaron a la convocatoria.
Universidades de Rosario, Santa Fe, Mar del Plata, La Plata y el Conurbano bonaerense dijeron presente y los conjuntos se fueron añadiendo, uno detrás del otro, formando una interminable columna sobre Avenida de Mayo. Mientras tanto, en distintos puntos del país, la imagen se repetía.
Pero los jóvenes contaron en esta oportunidad con el apoyo de otros numerosos sectores: cientos de jubilados acompañaron el reclamo, a su ritmo, con sus carteles. Uno de ellos explicó que era hijo de inmigrantes europeos y que, gracias a la universidad pública, había podido formarse profesionalmente y ejercer la medicina durante cinco décadas. «Después me siguió mi hija y ahora mi nieto, todos en la educación pública. En mi familia sabemos en carne propia lo valiosa que es la universidad estatal”, expresó a C5N jubilado ante la atenta mirada de su hija y su esposa.
«Podes haber votado a este gobierno pero hoy tenes que estar en la plaza igual», aseguró Iara que estudió Economía en una universidad privada porteña y hoy trabaja en una multinacional del sector de seguros. “Vine con mis compañeros de trabajo, nos dejaron salir antes de la oficina para venir”, agregó, contenta por poder estar en una convocatoria de estas características.
Minutos después de las 16, miles de personas comenzaron a movilizarse mientras otros cientos continuaban sumandosé. Los autoconvocados, en grupos, con amigos, de diversas edades, familias enteras con hijos que, quizás en el futuro, quieran contar con el derecho a ser profesionales recibidos en una universidad.
La gran mayoría llegaban con un libro en la mano, sumándose a la iniciativa lanzada días antes en las redes sociales. Desde un balcón sobre Rivadavia, una abuela les arrojó un par de libros de su propia biblioteca para los que se habían olvidado el suyo.
Volvió a escucharse el “En Argentina nací” que cantó todo un país en diciembre de 2022 cuando la Selección argentina gritaba campeón en el mundial de Qatar. Pero en lugar de Diego y Lionel, en esta oportunidad fue la “tierra de Milstein y Houssay”, dos de los cinco ganadores de premios Nobel y exponentes del alto nivel científico del país.
Los profesionales, recibidos en distintas facultades privadas, se mezclaban entre los estudiantes. Docentes con sus guardapolvos y profesionales de la salud con sus ambos se reencontraban con el clima estudiantil en un escenario impensado.
Pero también estuvo presente, a lo largo de la tarde y de manera incansable, el grito que invita a saltar a aquellos que no votaron a Javier Milei.
El mismo Milei, que ya había anticipado sus intenciones con la educación pública durante su campaña presidencial, ponía en duda la esencialidad de la educación. “No es un derecho porque alguien lo tiene que pagar”, justificaba durante una entrevista televisiva.
“Es una maquinaria que lava cerebros y que forma a la gente en ideas socialistas cuyos valores de fondo son la envidia, el odio y el resentimiento”, apuntó en aquel momento y esta tarde volvió a ratificarlo a través de las redes sociales.
Un cartel con letras rojas que rezaba “Cuando no naces rico, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema”, era llevado por Joel, un joven de 20 años, estudiante de Ingeniería en la UTN. Hijo de un albañil y una ama de casa, se convirtió en el primero de su familia en ingresar al sistema universitario y sintió “la necesidad” de estar esta tarde.
El punto final del largo recorrido, que había iniciado en la mañana en Ciudad Universitaria y que contó con varios nodos, la Plaza de Mayo, se convirtió en un lugar inalcanzable para miles. A las 17 llegar era una tarea imposible y había que conformarse con escuchar desde las calles, incluso a un par de cuadras del escenario principal.
Pero sin importar la ubicación, la cantidad de cuadras caminadas o el lugar desde venían, el sentimiento en todos los que estuvieron fue el mismo: defender la educación pública, esa que salvó a cientos de familias, esa que brindó oportunidades a millones de argentinos y que hoy el Gobierno amenaza con hacer desaparecer.